terça-feira, maio 03, 2011

Inteligencia emocional y habilidades sociales

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Editorial:Inteligencia emocional y habilidades sociales
Revista Virtual Mayo 2011 - Número 120 - Editorial


Inteligencia emocional y habilidades sociales


Una asidua participante de nuestro Foro, madre de una jovencita con síndrome de Down, nos escribe: “Bailar y cantar no es hacer algo malo; pero según dónde y cómo, puede ser inapropiado, incluso ridículo, provocando en los demás una imagen objeto de burla y risa. La integración social requiere saber y entender estas cuestiones, para así no llamar la atención inadecuadamente. Para ello se deberían explicar las diferencias entre lo que es bueno y malo, adecuado e inadecuado según las circunstancias, y además dar unas pautas de acción, ya que por sí mismos quizá no sean capaces de elaborar en ese instante. Siendo todo ello importante, ¿cómo se puede enseñar para que lo entiendan y sean capaces de generalizarlo? Les pido que, tal como lo han hecho en el campo de las adaptaciones curriculares, continúen en la línea de las emociones, habilidades sociales, competencias absolutamente imprescindibles de la vida diaria. Sé que el Portal ya cuenta con información al respecto, pero nunca viene mal recodarlo”.

Así es, en efecto. El tema es importantísimo en una época en que nuestros hijos comparten ya de manera masiva entornos sociales comunes. No es la primera vez que desde este mismo espacio editorial hemos afirmado que, si importante es el progreso en los conocimientos académicos, lo es mucho más —y más difícil— la formación en el comportamiento social, en la interiorización de conductas y modos para manejarse con propiedad en el ambiente en que les toca vivir: la clase, el parque, el restaurante, el autobús o colectivo, el puesto laboral. Todo eso que se resume en la llamada conducta adaptativa, cuya limitación es uno de los elementos que define modernamente a la discapacidad intelectual. Es fácil que nos dejemos engañar por esa sociabilidad y “encanto” que los niños pequeños suelen mostrar, y la generalicemos pensando que su sociabilidad se extiende a todas las edades y situaciones. Pero no es así. Por poner un ejemplo, el mayor porcentaje de fracasos que los trabajadores con síndrome de Down sufren en su puesto laboral no se debe a que trabajen mal o no rindan (todo lo contrario, son muy buenos trabajadores) sino a su pobre adaptación al entorno: pobre relación con los compañeros, incapacidad para interpretar un reproche del jefe, o una broma del compañero, o la realización de una conducta inapropiada.

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