En el área fiscal hay 430 aulas de apoyo. La atención particular brinda tratamiento desde los US$40.
Escribir beder por deber, casa por saca, merco en vez de comer, son errores comunes que cometen las personas que padecen dislexia.
Según explica Juan Ortiz, médico psicoterapeuta, a este trastorno se lo conoce también como “ceguera congénita de las palabras”, porque quien lo padece suele invertir las letras cuando trata de escribir una palabra aunque sepa deletrearla. También suele escribir algunas letras al revés o invertidas.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, el 10% de la población padece algún tipo de dislexia.
Entre estas clases se encuentran los problemas de percepción y discriminación visuales (diseidética) que originan dificultad para percibir las palabras completas, también la disfonética o los inconvenientes para diferenciar los sonidos de las palabras y que impiden relacionar las letras con su sonido correspondiente y estas dos dificultades padecidas a la par se conocen como aléxica que se evidencia en los obstáculos para percibir las palabras completas como para el análisis fonético.
Esta situación, explica Antonia Serrano, psicóloga infantil, obliga a que los maestros estén alerta para detectar estas dificultades y no discriminar a los niños por esta razón.
También César León, psicólogo y director del Centro Psicopedagógico Rayuela, considera que los maestros deberían ser los primeros en detectar el problema para automáticamente remitir al alumno a un especialista.
El Ministerio de Educación ha implementado, a nivel nacional, centros de recursos, diagnóstico y orientación psicopedagógica en 15 provincias del país. Además, cuentan con 430 aulas de apoyo psicopedagógico que funcionan en los colegios públicos.
Miryam Gallegos, directora de Educación Especial, recalca que estas aulas tienen la función específica de apoyar y ayudar al docente en la prevención, diagnóstico temprano, tratamiento e intervención educativa de los trastornos específicos de los aprendizajes del niño como pueden ser lenguaje, dislalias, dislexias o disgrafías. Las aulas son atendidas por psicólogos-pedagogos, que brindan refuerzo a los niños y orientación a los padres de familia.
A nivel particular, también, existen terapias de ayuda cuyo costo mensual puede oscilar entre los 40 y 200 dólares mensuales. En estos espacios la atención es personalizada.
Andrea Montalvo, docente de la escuela Nueva Enseñanza Ecológica, explica que en sus aulas estudian entre 10 a 15 niños. Ella señala que así pueden detectar y trabajar con los niños que presentan problemas de aprendizaje, ya que existe menor número de estudiantes y las profesoras permanecen pendientes de los problemas.
León, por su parte, destaca que la terapia es vital para los niños disléxicos, pues logra mejorar casi en su totalidad el nivel de aprendizaje.
Eso ha sucedido en el caso de Melany, quien estudia en quinto año de básica, tiene dislexia y acude dos veces en la semana a una terapia en el centro Rayuela. Ella recuerda que no le gustaba pasar al pizarrón a escribir, porque siempre se equivocaba o confundía las letras, los profesores le corregían, le dictaban la misma palabra y cometía el mismo error. “No entendía por qué estaba mal, pero eso me decían y yo creí que era tonta por no entender”, comenta.
Con las terapias, Melany ha superado en un 90% su problema. Su madre dice que ahora es una niña más segura y que en la escuela ya no la molestan.
Precisamente, especifica el psicólogo León, la terapia también ayuda a que por sus dificultades en la lectura, escritura y cálculo, los afectados no se conviertan en personas temerosas, ya que son propensas a recibir castigos por su bajo rendimiento.
Nathalie Pacheco, madre de familia, recuerda que su hijo Sebastián tuvo muchos problemas cuando ingresó a primer año de básica, “no distinguía lo que es derecha e izquierda, no podía pintar ciertas cosas o poner lo que significa arriba o abajo”. Nathalie llegó a pensar que su hijo era perezoso y que no quería ir al colegio.
“Muchas veces tuve que amenazarlo para que vaya, me decía que no quería porque sus compañeros se burlan de él porque hacía mal las cosas”, comenta.
Nathalie llevó a Sebastián a un psicólogo, quien después de hacerle una evaluación, sugirió la posibilidad de que el niño tuviera dislexia.
Ahora Sebastián acude a un centro de terapias donde aprende ciertas destrezas que lo ayudan a insertarse de una manera correcta en su escuela.
El Telégrafo Equador
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